En Navidad, la Plaza Mayor de Madrid se llena de tenderetes, y aunque no se ven bien los edificios tan bonitos que tiene, se trata de una tradición muy popular con un mensaje de fiesta. Todo termina en la noche de Reyes, una vez que pasa la cabalgata.
Mamá este año nos ha propuesto hacer un recorrido original. Un recorrido dando marcha atrás en el tiempo y en verdad que es diver, de lo más diver. A mamá le gusta mucho esta Plaza, cómo para no gustarle, porque además de ser muy bonita, fue ella quien, con un artículo que escribió en septiembre de 1981, consiguió que al día siguiente empezara el expediente para convertirla en monumento histórico artístico, cosa que hizo Javier Tusell a quien quería mucho, y el 20 de febrero de 1985 fue declara monumento. Eso mola, mola mogollón y a nosotros también nos mola. Creo que es una de las cosas, de cuantas ha hecho por Madrid, que más le mola.
Hace mucho tiempo, antes de nacer mamá y yo mismo, en pura época de Maricastañas, era 1494, ya había mercado en la Plaza Mayor, que entonces se llamaba plaza del Arrabal, porque quedaba fuera de la muralla. Cuatro años más tarde se convirtió en el mercado oficial y se ordena, es decir, es como cuando tienes el cuarto recogido con todos los juguetes bien colocados y nada por medio.
Hace mucho tiempo, antes de nacer mamá y yo mismo, en pura época de Maricastañas, era 1494, ya había mercado en la Plaza Mayor, que entonces se llamaba plaza del Arrabal, porque quedaba fuera de la muralla. Cuatro años más tarde se convirtió en el mercado oficial y se ordena, es decir, es como cuando tienes el cuarto recogido con todos los juguetes bien colocados y nada por medio.
Las plazas nacen en el lugar donde hay mercado, que está la comidita y donde están las fuentes, porque hay agua. Así sucedía en la Plaza Mayor situada sobre las lagunas de Luján, por donde bajaban aguas de huertas y caños. Dos cosas que en todos los pueblos ha reunido a los vecinos. A nosotros mismos, el lugar donde hay comida y agua nos llama por instinto.
Aquello debía estar algo putre, aunque los Reyes Católicos la habían mandado arreglar para mercado, porque llegó un rey, Felipe III que está ahora en la Plaza montado a caballo en una estatua, que hizo un señor, un escultor, que se llamaba Prieto Tacca, que fue allí proclamado y le pareció tan fea que la mandó arreglar pero bien. Cuando terminaron las obras, en 1619, estaba como un pincel y dejó a todos boquiabiertos. Para esa fecha también se habían terminado dos edificios muy bonitos, empezados en tiempos de Felipe II, la Casa de Panadería y la Casa de Carnicería, donde se vendía el pan y la carne. Quedó de encargo.
Aquello debía estar algo putre, aunque los Reyes Católicos la habían mandado arreglar para mercado, porque llegó un rey, Felipe III que está ahora en la Plaza montado a caballo en una estatua, que hizo un señor, un escultor, que se llamaba Prieto Tacca, que fue allí proclamado y le pareció tan fea que la mandó arreglar pero bien. Cuando terminaron las obras, en 1619, estaba como un pincel y dejó a todos boquiabiertos. Para esa fecha también se habían terminado dos edificios muy bonitos, empezados en tiempos de Felipe II, la Casa de Panadería y la Casa de Carnicería, donde se vendía el pan y la carne. Quedó de encargo.
Después, la Plaza ha tenido muchas reformas, sobre todo las que se hicieron tras los incendios. Hubo tres muy grandes, que duraron varios días, murieron muchas personas y también se cayeron edificios bajo las llamas. Debieron pasar mucho, pero que mucho miedo todos los vecinos. A nosotros los hermanitos con sólo escuchar la sirena de los bomberos se nos ponen los pelillos de punta...
El mercado no ha estado siempre en la Plaza Mayor. Se trasladó a los alrededores y las calles del entorno cuando la Plaza se convirtió en lugar de los mejores festejos de la Corte, como eran, en aquellos siglos XVI y XVII, proclamaciones; autos de fe; administración de justicia; beatificaciones y canonizaciones; toros y cañas.
Felipe V, otro rey, devolvió el mercado a la Plaza, que recupera importancia al tiempo que no se celebran en ella las grandes fiestas de la Corte. Apareciendo los cajones de mercancías, las tablas y los puestos, con sus gritos, greñas, polvo, color, alguaciles y corchetes, según cuentan, debía ser cañón.
Los corchetes, no eran como los que tenemos para abrochar la ropa, usan los carpinteros o se ponen al final de un párrafo cuando escribimos, los corchetes, a los que se refieren los antiguos, nos ha explicado mamá, tenían la misión de arrestar a los delincuentes. Una especie de polis.
Los portales siguieron con el comercio tradicional, como ahora: sombreros, gorras, bisutería, banderines, juguetes, damasquinados. Y los vendedores ambulantes con sus puestecillos de día bajo los arcos de la Plaza. En 1840, tiempos de Isabel II, se pone fin a las corridas de toros y ya el mercado no tiene problema de espacio. Después de la revolución francesa pasa a San Miguel. Lo dicho, que el mercado ha estado aquí te pongo, aquí te quito durante siglos...
En la calle de Toledo continuaron las posadas, donde se hospedaban los vendedores y caballerías que llegaban de distintos pueblos madrileños y también de provincias, así como los compradores que desde otros pueblos de Madrid se desplazaban a la Villa para llenar sus alforjas. Es de alucine.
Dicen que cuando más se animaba el mercado era en Navidad. Un señor muy importante que era sainetero, don Ramón de la Cruz, que escribía mucho sobre Madrid, tiene un sainete de esos que se llamaba precisamente "La Plaza Mayor por Navidad". Los sainetes, según mamá, son obras de teatro más bien de risa, populares y que critica a la sociedad con sus personajes.
Hay cantidubi de gente, de lo más variopinta, según los mismos escritores de la época. Petimetres, mercaderes, beata, estudiantes, majos, paveros, confitero, verduleras, fruteras, alguacil, mozos, criada, niños, prendero y ciegos; ciegos que en esas fechas cantaban la última jácara, al tiempo que pedían el aguinaldo de Navidad.
Mamá también nos ha tenido que explicar que petimetre es una persona que se preocupa mucho de sus posturas y de la moda, vamos un cursi. El majo, sabemos los hermanitos que es un tipo castizo de Madrid, como el manolo, aunque se suele llamar majo a una persona que cae bien. Lo de prendero está dicho de una manera muy finolis, como dicen los castizos, un amigo de lo ajeno, vamos un ladronzuelo.
Resulta diver la canción del coro, sobre todo una estrofa que dice:
"Lleguen, lleguen, lleguen,
vengan, venga, vengan."
Estamos pensando cantarlo en el karaoke de El Osi Chocolate.
"Lleguen, lleguen, lleguen,
vengan, venga, vengan."
Estamos pensando cantarlo en el karaoke de El Osi Chocolate.
Otro señor, que también lee mucho mamá, que tiene, como ya he dicho, mucho librote, Pedro de Répide, que como ella, fue periodista, dice: "Mercado pintoresco que parece dispuesto por y para Gargantúa". Y también que: "Las manadas de pavos ocupan la calzada, donde se apretuja la gente ante los puestos y tenderetes; donde, junto a los sacos de cascajo, esplenden su tesoro de color las naranjas de Levante y de Andalucía, los plátanos de Canaria y las frutas americanas. Alicantinos y jijonencos instalan sus turrones, sus jaleas y sus guirlaches, sabrosa perpetuación de la confitería morisca. Y en otros mostradores se ostenta la fábrica del estruendo, con los anderos y los tambores, los rabeles y las zambombas, que atruenan las calles y las casas".
Aunque entonces había muy pocos habitantes en Madrid, la Plaza Mayor, por esas fechas, debería ponerse como los supermercados o los grandes almacenes cuando hay rebajas. Debería de haber empujones, pisotones, bullicio. Debía ser la bomba.
Mercado con pregones, ofertas y demandas, encargos y recogidas de paquetes, exposiciones de artículos. Un buen barullo. En otro sainete, de autor anónimo, o sea que no se sabe quién lo escribió, se pregona:
"Un cuartillo de castañas". "Mirluza". "Puñones". "Camuesas". "Diez máis de ese abadejo...".
"Un cuartillo de castañas". "Mirluza". "Puñones". "Camuesas". "Diez máis de ese abadejo...".
En el siglo XIX, Pérez Galdós, habla de belenes y figuritas: "Entre los nacimientos los hay de todas clases y para niños de todas condiciones". Don Benito de nombre, era un escritor muy famoso, de los que hay que estudiar en la literatura, escribía muchas cosas sobre Madrid, aunque nació en Las Palmas de Gran Canaria.
Este mercado de belenes pasó después a la plaza de Santa Cruz que está al ladito. Decía ese otro señor Répide refiriéndose a la plaza: "conserva pintoresco aspecto de mercados de figurillas de barro, para componer los ´Nacimientos´ y de panderos, tambores, rabeles y zambombas con que dar ruidoso acompañamiento al cante de los villancicos".
Las figuritas y belenes volvieron a la Plaza Mayor. Ya no son solo de barro, sino de plástico y otros materiales. Ahora hay muchas más cosas, porque además de las panderetas, las zambombas y esos instrumentos que decían los antiguos escritores que atronaban las casas y la ciudad, se venden las bolas, el espumillón, árboles, trajes de Papá Noel, discos, videos... y cuando llega el 28 de diciembre, que son los Santos Inocentes, todo tipo de regalitos de broma y pegata. Ni te cuento... Mamá nos compró allí la trompeta, la zambomba que tocamos la noche de fin de año y bolas de colores y espumillón para adornar la casa. Ya en la Plaza Mayor no hay mercado, de comer... solo algunas chuches.Pero de todo lo que hemos leído y mamá nos ha contado, lo que más, lo que más nos gusta, porque tendría que ser chupi, es lo del pavero. Sobre todo lo que dice un señor, a este lo conoció mamá y trabajaron juntos, se llamaba Díaz Cañabate. Cuenta que "antaño, desde primeros de diciembre se veían por todas las calles madrileñas manadas de pavos haciendo esos ruidos que son como el canto de su estupidez, el glu, glu de su pavisosería, con sus andares atontados, con su membrana ridícula que lleva encima del pico y que de vez en cuando se endereza hasta ponerse rígida". Está claro que a este señor no le gustaba el pavo ni en la mesa, que también lo dice. Pero a todos los hermanitos lo que nos ha hecho mucha ilusión es imaginarnos cómo sería eso de ver circular por Madrid, manadas de pavos entre coches, autobuses y viandantes... ¡Pobre pavero! Sería de alucine. De alucinar en colores. Ni te imaginas. De lo más guay, así que además de esa estampa de la Plaza Mayor por estas fechas en el siglo XIX, hemos cogido esas de paveros. Le guste o no le guste a ese señor, la estampa del pavo nos parece chupi. Niquelao.
1 comentario:
Me ha encantado porque he recordado ni infancia, porque en mi ciudad de nacimiento también iban los pavos en Navidad por la calle y era una gozada. Me parece muy bien, mejor dicho chupi, para hablar como ese tal Perricuchi, que se haga un blog para contar cosas a niños a nivel de los niños. Aunque ya no tengo edad, me apunto.
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